Texto publicado en Comisión Nacional Francesa para la UNESCO
¿Qué hacer ante la automatización de todo? El trabajo del hombre se ve cada día más amenazado por la tecnología, que suma y al mismo tiempo resta. Esta visión apocalíptica lo abarca todo en todo sentido. Todo menos el arte.
Vivimos el desarrollo de la inteligencia artificial y la realidad virtual, con miras a convertirnos en elementos secundarios o insignificantes para muchas tareas y áreas. Para muchas, menos para el arte.
Walter Benjamin en 1936 en "La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica" identificó el aura de una obra de arte con la singularidad, con la experiencia de lo irrepetible. Para él, la reproducción técnica destruía la originalidad, porque ya no era posible calibrar el valor de un objeto en cuanto a su valor ritual, sino a su valor exhibido. ¿Qué ocurre hoy en día, cuando el autor también puede ser sustituido, reproducido? ¿Qué pasa si trazamos un mismo razonamiento con la actividad artística? El resultado es distinto. En la era del transhumanismo, la valorización del artista como tal cobrará otra dimensión. El valor ritual de una obra no estará ligada al artista sólo por su valor de mercado, su fama, su origen, sino por su condición de tal. El hombre atraviesa un proceso de cambios que lo aleja del trabajo sistemático, pero que lo acerca al arte. Y su capacidad innata de crear, adormecida por la carga laboral, aflorará cambiando dinámicas. ¿Qué hacer ante eso? Aferrarse del arte como la más pura expresión humana, como lenguaje universal. Como un desafío complejo y una actividad que solo al ser constante se desarrolla y logra trascender. Vivimos un camino de avance irrefrenable, al mismo tiempo que un camino de regreso. Un avance técnico que retrotrae a la humanidad a recuperar su capacidad simbólica y explotarla en su afán de diferenciarse de aquello que gana terreno y que puede potenciarlo. Los artistas tienen ante sí el desafío de estar más abiertos a las nuevas tecnologías que conducen a nuevas formas de expresión, pero a la vez a mantenerse creativos e imaginativos, ahondando más que nunca en el hecho estético como patrón de vida. Un arte que no copie sino que transforme la realidad, trayendo al exterior mundos interiores, curando y desarrollando el intelecto, beneficiando todo a su paso. ¿Qué nos diferenciará de la máquina? Ya no nuestra capacidad racional, sino esa capacidad simbólica: el arte en todas sus formas y en todas sus expresiones, expresión de nuestra esencia única e irrepetible.
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